22 abril 2007

DIA DE LA TIERRA. LA ULTIMA LANZADERA ( Isaac Asimov)



Hoy es el dia de La Tierra, ese planeta hermoso y que parecemos empeñados en destruir, como un homenaje este cuento corto de mi siempre favorito Isaac Asimov, donde se ve que aunque sea tarde el amor a nuestra Tierra prevalecera.

LA ULTIMA LANZADERA

Virginia Ratner suspiró.

—Tenía que haber una última vez, supongo.

Sus ojos estaban turbados cuando miró hacia el mar, resplandeciente a la cálida luz del sol.

—Al menos tenemos un buen día para ello, aunque supongo que una tormenta de nieve hubiera ido mejor a mi estado de ánimo.

Robert Gill, que estaba allí como oficial más antiguo de la Agencia Terrestre del Espacio, la miró sin ninguna concesión.

—Por favor, no se sienta abatida. Usted misma lo ha dicho. Tenía que haber una última vez.

—Pero ¿por qué yo como piloto?

—Porque usted es la mejor piloto que tenemos, y deseamos que sea un buen final, sin nada que vaya mal. ¿Por qué soy yo quien tiene que desmantelar la Agencia? ¡Un final feliz!

—¿Un final feliz?

Virginia estudió la ajetreada carga y la hilera de pasajeros. La última de ambas.

Llevaba pilotando lanzaderas desde hacía veinte años, sabiendo siempre que habría una última vez. Uno podía pensar que el conocimiento debía haberla envejecido, pero no había ninguna hebra gris en su pelo, ninguna arruga en su rostro. Quizá una vida bajo una intensidad gravitatoria constantemente cambiante tenía algo que ver con ello. Pareció rebelarse.—Tengo la impresión de que sería una dramática ironía, o tal vez una dramática justicia, que esta última lanzadera estallara al despegar. Una protesta por parte de la propia Tierra.



Gill agitó la cabeza.

—Estrictamente hablando, debería informar de eso..., pero está usted sufriendo un ataque agudo de nostalgia.

—Bien, informe de mí. Eso me calificará como peligrosamente inestable, y seré descalificada como piloto. Puedo ocupar mi lugar como uno de los seiscientos dieciséis últimos pasajeros, y hacer así que sean seiscientos diecisiete. Algún otro puede pilotar la lanzadera y entrar así en los libros de historia como la persona que...

—No tengo intención de informar de usted. Por una parte, no ocurrirá nada. Los despegues de las lanzaderas son a prueba de problemas.

—No siempre. —Virginia Ratner mostró una expresión sombría—. Hubo el caso del Enterprise Sesenta.

—¿Qué se supone que es esto, un boletín de efemérides? Eso fue hace ciento setenta años, y no ha habido ningún accidente relacionado con el espacio desde entonces. Ahora, con la ayuda antigravitatoria, ni siquiera existe la posibilidad de un tímpano roto. El rugido de los cohetes de despegue ha desaparecido para siempre... Escuche, Ratner, será mejor que suba a la cubierta de observación. Quedan menos de treinta minutos para el despegue.

—¿De veras? Seguramente va a informarme usted ahora que el despegue está completamente automatizado, y que realmente no soy necesaria.

—Sabe usted eso sin necesidad de que yo tenga que decírselo, pero su presencia en el puente es un asunto de reglamentos... y de tradición.

—Me parece que ahora es usted el nostálgico... de un tiempo en el que el piloto representaba una diferencia y no era simplemente inmortalizado por no hacer nada excepto presidir el desmantelamiento final de algo que fue tan prodigioso. —Hizo una pausa, luego añadió—: Pero iré —y avanzó hacia el tubo central y ascendió por él como si fuera un plumón siendo elevado por una corriente ascendente de aire.

Recordó sus días de inexperiencia juvenil en los vuelos de la lanzadera, cuando la antigravedad era experimental y requería instalaciones en tierra más grandes que la propia lanzadera y cuando, incluso así, funcionaba a sacudidas o no funcionaba en absoluto, y las tripulaciones del espacio preferían los ascensores pasados de moda.

Ahora el proceso de la antigravedad había sido miniaturizado hasta el punto de que cada nave transportaba el suyo propio. Nunca fallaba, y era utilizado por los pasajeros que lo daban por seguro, y por la carga inanimada que podía ser trasladada a su lugar con la ayuda de chorros de aire sin fricción y levitación magnética por tripulantes que sabían perfectamente bien cómo manejar objetos voluminosos sin peso pero con toda su inercia.

Ningún otro vehículo jamás construido por los seres humanos era tan magnífico, tan complejo, tan intrincadamente computarizado como las lanzaderas, porque ningún otro tipo de nave había tenido que luchar con la gravedad de la Tierra... excepto aquellas primitivas naves que, sin antigrav, habían tenido que depender de cohetes químicos para conseguir cada átomo de energía. ¡Primitivos dinosaurios!

En cuanto a las naves que moraban únicamente en el espacio, yendo de una colonia espacial a una estación de energía o de una factoría a una procesadora de alimentos —incluso de la Luna—, tenían poca o ninguna gravedad con la que luchar, de modo que eran cosas simples y casi frágiles.

Ahora estaba en la sala de pilotaje, con sus hileras de instrumentos computarizados dándole la situación exacta de cada elemento en funcionamiento a bordo, la situación de cada caja de embalaje, el número y disposición de cada persona entre la tripulación y pasajeros. (Ninguno de esos debía quedar detrás. ¡Abandonar a alguno era impensable!)

Había una vista televisiva de trescientos sesenta grados del panorama fuera de la nave, y la miró pensativamente. Estaba contemplando el lugar desde el cual se había producido la entrada del hombre en el espacio en los viejos y heroicos días. Era desde allí que la gente se había lanzado hacia arriba para construir las primeras estructuras espaciales..., estaciones de energía que renqueaban..., factorías automatizadas que requerían un mantenimiento constante..., colonias del espacio que apenas albergaban a diez mil personas.

Ahora el enorme y atestado centro tecnológico había desaparecido. Fragmento a fragmento había ido siendo demolido hasta que tan sólo quedaba una estructura para la partida de la última lanzadera. Esa estructura quedaría allí de pie, una vez hubiera partido la nave, para oxidarse y desmoronarse como último y triste recuerdo de todo lo que había sido.

¿Cómo podía la gente de la Tierra olvidar así el pasado?

Todo lo que podía ver era tierra y mar... todo desierto. No había señal alguna de estructura humana, ninguna persona. Tan sólo vegetación verde, arena amarilla, agua azul.

¡Ya era la hora! Su entrenado ojo captó que la nave estaba llena, preparada, en perfecto funcionamiento. La cuenta atrás estaba tictaqueando el minuto final, el satélite auxiliar para la navegación sobre sus cabezas señalaba espacio limpio, y no había necesidad (sabía muy bien que no la había) de tocar el control manual.

La nave se elevó silenciosa y suavemente, y todo aquello para lo que se había estado trabajando a lo largo de un período de doscientos años se cumplió finalmente. En el espacio, la humanidad aguardaba en la Luna, en Marte, entre los asteroides, en miríadas de colonias del espacio.

El último grupo de gente de la Tierra se elevaba para unirse a ellos. Tres millones de años de ocupación homínida de la Tierra habían terminado; diez mil años de civilización en la Tierra habían sido cubiertos; cuatro siglos de ajetreada industrialización acababan de terminar.

La Tierra había vuelto a su salvajismo y a su vida silvestre gracias a una humanidad agradecida a su planeta madre y dispuesta a concederle el descanso que se merecía. Quedaría para siempre como un monumento al origen de la humanidad.

La última lanzadera se alzó por entre los vestigios de la estratosfera, y la Tierra se extendió bajo ella y fue empequeñeciéndose a medida que la lanzadera seguía su camino.

Los quince mil millones de residentes del espacio habían aceptado solemnemente que los pies humanos no volverían a hollarla.

¡La Tierra era libre! ¡Finalmente libre!
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9 han compartido su opinion:

Irene Ruscalleda dijo...

Todos podemos en nuestra medida hacer algo por preservarla, pero parece que los seres humanos no nos damos cuenta del planeta tan hermoso que tenemos.

Un saludo!!

Merak dijo...

... si alguna vez me preocupé por investigar sobre el universo y terminó atrapándome para el resto de mi viada.. en gran medida tiene la culpa asimov

Rosa dijo...

librana creo que muchos dan por sentado lo que tenemos y no piensan lo fragil que es dentro de su hermosura.
merak... que te puedo decir.... yo adoro a Asimov, en el blog tengo un enlace a un grupo de asimovianos

IMAGINA dijo...

Hola Rosa:
Te hemos añadido a la lista de blogs que nos gustan. Te lo mereces.
Un beso,
IMAGINA

Unknown dijo...

Gracias por traernos este relato, Rosa. Asimov siempre nos hace pensar. La idea de que la Tierra sólo se puede salvar si la humanidad la abandona es una hipótesis extrema, pero que nos da una idea de la situación y de sus posibles consecuencias. Un abrazo y un beso cósmico,
V.

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

Es complejo...nos sentimos tan poderosos, hasta que Ella nos atropella con vientos, agua o fuego....

Mañana hablaré de esto.
Gracias Rosa.

Unknown dijo...

Hola Chicos,

También soy fanatica de Asimov. Siempre he pensado que detrás de ese gran cientifico se escondía un ser my espiritual y sus relatos tan aparentemente mundanos encierran una profundidad abismal. Saludos desde Caracas a todos ustedes!!! Gracias Rosa.

luis dijo...

menos mal que rescatastes ese cuento, es muy apropiado para un dia como hoy

Fernanda dijo...

Holla Rosa,
Gracias por la visita a mi blog; regresa cuando quieras. Siempre serás bienvenida.
Aunque sea una avida letora, te confeso que nunca he leido nada de Asimov, mi formacion son las humanisticas, no las ciencias, pero esso no me haz indiferente al que passa en nuestro planeta. Hago lo que puedo para preservar el médio ambiente, y seguro que se cada uno de nosotros hiciera su parte, la Tierra estaria bien mejor.
Me gustó mucho tu blog! Y si, viene a Portugal, se estás en Coruña estás muy cerca de mi pueblo. Me encanta la Galicia y toda la España, és un pais hermoso.
Saludos!

 
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